El Altar de la Tempestad
Lo había prometido, lo hizo. Después de dos años y medio de trabajo, de dudas, de alegrías, de incertidumbres y de ebullición espiritual, Jean-Louis Berthod, de la aldea de Paroy, entregó para la iglesia de Albens renovada un altar magnífico ilustrado de una escena evangélica, « la tempestad apaciguada ». Invitación hacia esta obra de arte excepcional y única en el mundo.
Tradicionalmente centro geográfico del pueblo, la iglesia es también el centro espiritual y, cualesquiera que sean las convicciones, constituye un elemento ineludible del patrimonio de una población.
Así, el de Albens movilizó alrededor de su renovación reciente el interés de un abanico humano mucho más ancho que la parroquia simple, y los resultados obtenidos provocaron la admiración del número más grande.
Alto y bello en sus colores iniciales recobrados, el orgulloso edificio neogótico acaba de enriquecerse de un elemento formidable: un altar magnífico esculpido en maderas nobles por los cuidados de Jean-Louis Berthod, aficionado dotado cuyos albaneses pudieron tener una visión del talento en el momento de las diferentes exposiciones de arte a la sala de animación.
NI DON NI TALENTO
Hombre sin rodeos, a la sencillez natural y a los arranques apasionados, Jean-Louis no se reconoce en estos términos de don y de talento, que valoran sólo al autor de este artículo.
Si se lanzó a esta aventura de dos años y medio de trabajo, de dudas y de júbilo, no lo hizo como artista para él mismo, sino como una contribución completamente resarcida al impulso colectivo que se creó alrededor de la restauración del edificio.
Mucho tiempo, se preguntó si estaría a la altura de este desafío. Hoy, el resultado es impresionante.
EL TORMENTO DEL MUNDO
Colocado en la entrada del coro, perfectamente integrándose en la hilera de las columnas centrales y valorizado por la elevación de la bóveda más alta, a través de colores de vidrieras, el altar presenta sobre su cara la parábola extremadamente densa de Jesús que apacigua la tempestad (Marc IV, versículos 35 y siguientes).
En este episodio, Jesús se embarca con los apóstoles sobre el mar, el símbolo para los Hebreos de las fuerzas del mal. Mientras que Jesús se duerme, una tempestad se desencadena y la embarcación es amenazada de naufragio. Interpelado por los apóstoles aterrorizados, Jesús se dirige a los elementos, que se calman. ¿ Pero quién es pues el que puede realizar tal milagro? Se interrogan los hombres estupefactos. Solo Dios puede apaciguar la tempestad, concluye el evangelista.
Este tema, Jean-Louis se lo escogió y le propuso al padre Jaeger porque es representativo para él de nuestro mundo atormentado que falta de serenidad y de certezas, enfardelado por injusticias, ahogado de lágrimas y sangre, perdido en medio de elementos desencadenados e incomprobables.
Su interpretación escultural es notable.
LA TEMPESTAD
Entre dos columnas de nogal claro, la barca tallada en el cerezo silvestre se enfrenta con los elementos en furia. Las olas se ensañan a cumplirla; los vientos enfurecidos desgarran la vela y maltratan el mástil, rodando en un cielo tenebroso de los nubarrones amenazadores.
Al pie del mástil, el primer grupo de hombres lucha; un poco más a la izquierda, el segundo grupo pasmado pierde confianza, y el tercero, al extremo izquierdo, se vuelve hacia el Cristo adormecido en busca de esperanza. Este simbolismo es reforzado por dos iluminaciones, uno central que verticalmente ilumina las nubes del brillo descolorido de los relámpagos, el otro que proviene de la extrema izquierda que baña el Cristo y la cara de los apóstoles de una luz caliente.
A la derecha, en continuidad del movimiento de esta escena, la roda de la barca salta, serena, flujos impotentes que lo engullen, llena de imágenes de la tenacidad de la esperanza y de la capacidad de la Iglesia que atraviesa el océano atormentado de los siglos.
Los flujos negros y espumantes, contrastando la dulzura lisa de la barca y de la columna, se estrellan contra esta última antes de recaer y transformarse en una agua apacible esculpida en un zócalo de roble.
EL ESPÍRITU DEL PATRIMONIO
De inspiración dicha romántica, el conjunto tiene una gran fuerza evocadora. El Cristo, discreto, está en el diapasón de su situación en este momento del Evangelio, en fase de revelación.
No nos cansamos de contemplar el movimiento de esta escena cuidadosamente estudiada por Jean-Louis, poderosamente exhaustiva y viva.
El resto del altar, que no fue un asunto delicado, él también, para el artista, es más sobrio, aunque delicadamente siendo labrado por un fresco de inspiración románica.
En resumen, es un mueble excepcional y único sobre el cual el sacerdote celebra de ahora en adelante el oficio, y el cual los Albaneses pueden venir respetuosamente para admirar esperando su inauguración el 21 de mayo.
El patrimonio, como dice el autor de este trabajo, no es solamente lo que se hereda y lo que se sabe más o menos preservar; es también, y sobre todo, lo que se crea sin interrupción, la secreción del genio de una sociedad con sentido positivo y espiritual del término.
La contribución libre y humilde del ciudadano Berthod al patrimonio de su país es la de la pasión.
Gilles MOINE
Un trabajo extremadamente exhaustivo y vivo, realzado por luces,
restituye la interpretación de la "Tempestad Apaciguada"