Años de realización : 1999 el de derecha ; 2004 el de izquierda
Madera utilizada : Tila
Dimensiones : Anchura 235 cm / Altura 215 cm (Ambos cuadros ; Dimensiones sin los marcos)
El cuadro de izquierda, representa el medio rural tradicional. La naturaleza, las cosechas y las riquezas del terreno.
El desarrollo urbano extiende su influencia. La enseñanza se generaliza, las costumbres evolucionan.
Los personajes son girados hacia el futuro, una parte de ellos lleva una mirada curiosa e impregnada de nostalgia apartando la colgadura, la frontera simbólica entre las épocas.
A la derecha, una ventana antigua cuyo cristal es roto. Detrás de ella, generaciones miraron el mundo exterior con envidia, esperando otra vida, un futuro más confortable.
El cuadro de derecha es un homenaje a los hombres de la tierra que durante generaciones dieron forma a nuestro paisaje al precio de un trabajo diario y de grandes sacrificios, en una época cuando la tierra nutricia dejaba poco espacio al ocio.
Hoy, entre nuestras manos, este tesoro parece pertenecernos y disponemos de eso olvidando a quién lo debemos. Esperamos de las riquezas naturales y del terruño que se adapten a nuestras exigencias más desmesuradas.
En el centro del cuadro, un hombre, un campesino o un hijo de campesino, apretado sobre un apero de labranza, se aleja volviéndose. Sentada en una cepa, una mujer pensativa se acoda sobre una jarra derramada de donde escurre el agua, la riqueza en vías de desaparición. Representa a la mujer, pero también la naturaleza. Tiene entre sus dedos un tallo, una yema o un esqueje, es ella quien transmite la vida.
Dominando la escena, un cilindro hidráulico, un símbolo de la mecanización. Siendo complementario, es una forma de oposición al brazo, al músculo humano. Un neumático aplasta la hierba y las espigas al mismo tiempo que revuelve una barrera, irrisoria oposición. Al fondo, los grandes conjuntos y las chimeneas de las centrales, simbolizan el avanzado urbano e industrial. Una carreta abandonada acentúa la desproporción de los medios actuales. El choque entre el progreso y la naturaleza es representado por una rama quebrantada y desecada. Sin embargo, las ramas restantes todavía producen frutas.
Un niño, símbolo de las generaciones futuras, recoge frutas, continuando viviendo con lo que se le deja.
Por fin, un reloj inclinado, sumergido por el agua que se escapa, es la imagen del tiempo, pero también del patrimonio a menudo maltratado.
Acceso al álbum fotos dedicado a la obra haciendo clic aquí.